sábado, 29 de enero de 2011

Por allí caminé flotando

Zamba para no morir

Romperá la tarde mi voz
hasta el eco de ayer
voy quedándome solo al final
muerto de sed, harto de andar
pero sigo creciendo en el sol, vivo.

Hamlet Lima Quintana


Escuché el sonido triste de quejidos a lo largo de ese sendero por el que caminaba en mi sueño profundo. “Yo no estoy en ningún lado, yo desaparecí de entre los hombres” repetía paso a paso como queriendo que al hacerlo, se convertiría en verdad.

Mis dolores y afrentas se esfuman como el agua en el desierto con la luz del sol. Gritos que perduran por la eternidad los hombres justos dan. Silencio, los cobardes portamos, es nuestro pendón.

Fuimos todos sueños al inicio. Mil colores con brillos barrocos decorados a los lados. Un aura tremenda y pacificadora. Intranquilidad fugaz. Sueños de paz, sólo sueños.

Ese sendero de pastos largos y cortos animales. Un paisaje sin explicación, una realidad sólo en sueños conocidos. Por allí caminé flotando. Sentí la tierra caliente y la briza mezcladas en mis plantas. Sacudí pasados fríos, y se esparcieron como terror por el suelo.

Mi padre, padre del holocausto sufrido por lo mundano. Mi ejemplo de pasados. Tajantes ellos, soñadores ardientes de pasión por pensar brillos fugaces. Ellos son el aire y, a veces, la tormenta.

Morir es mi despertar. Mi sendero se alarga más y más. La luz se extingue por el apabullamiento de corazones desconsolados entregados a lo peor de lo nuestro. Tierra seca, dolor profundo.

Mis manos sacan las entrañas profundas del dolor del hombre. Sangre y sudor. Quejidos por millones.

Solo miro mi sangre escurrir en el suelo.
No hay mejor forma de morir…