03 de Septiembre del 2008.
Si yo muero primero, es tu promesa,
sobre mi cadáver dejar caer
todo el llanto que brote de tu tristeza
y que todos se enteren de tu querer.
Querida Daisy Espindola Mata.
Me siento muy feliz al haber leído tu linda y sincera carta. En ella, a través de tus palabras, noto tu sensibilidad, tu cariño y tu particular forma de escribir. La carta no tardó tanto como tú pensabas querida, pues tal vez tenía un chingo de prisa en llegar, en conocer mis manos torpes y ver mis ojos miopes al estar leyendo tus lindas palabras.
Sabes, de seguro tomó un atajo por propia cuenta para unirnos por escrito. Una tarea difícil, seguramente.
Me imagino, como tú dices, el recorrido que tuvo que andar para llegar al valle de México. Maldición, me da envidia, pues viajó gratis un recorrido que yo hubiera querido andar.
Me imagino, como tú dices, el recorrido que tuvo que andar para llegar al valle de México. Maldición, me da envidia, pues viajó gratis un recorrido que yo hubiera querido andar.
Pero sabes querida, te contaré un secreto: mi mente viaja, a veces, más allá de donde alguien siquiera pudiera llegar a pensar. Te lo diré: he viajado por el sur de México, Oaxaca, Chiapas, de

Crucé el atlántico en un hermosa barco blanco y mar azul hacia New York, y de allí crucé de la costa este a la oeste de los EU. Y luego a California y, por fin, logro ver ya, a lo lejos, las casas blancas con enormes palmeras y en mis pies las hojas multicolor que he de pisar lentamente para que no me escuches llegar…
¿Lindo no?
Pasando a otra cosa, te diré que me he encontrado bien, lo único resaltable es que solo cargo un sentimiento de nostalgia por lo que dejado de hacer. Extraño un chingo estar sentadito recibiendo clases; igualmente extraño un putero estar platicando con los chavos en clase. Sabes querida, sin trabajar y sin estudiar me siento inútil, inservible y miserable. Mi pesar se calma un poco al leer, al salir, al sentirme querido cuando a veces sé que no lo merezco.
Acá, en el DF, surgen días calurosos, demasiado caluroso. El maldito sol parte el cielo y ataca sin pasión la piel. Mi rostro y mis brazos se han tostado con los años. ¡Maldición!, a veces uno siempre tiene que estar buscando sombra para no ponerse de malas en esta sucia ciudad.
Lo más súper chido es que hay días que llueve, como casi toda la semana pasada, y que parece que el cielo se viene para abajo. Me encanta cuando pasa esto, lo amo tanto, que solía meterme a los bares, ¿sabes para qué? Para escuchar como llovía y ver cómo el agua mojaba la tierra y desprendía ese hermoso olor ¡mmm! Todo esto mientras le daba un sorbo a mi dulce cerveza y una rica fumada a mi cigarrillo. Esta es una de las razones por las que me gusta, a veces, ir a tomar solo, pues entre bar y bar los olores cotidianos se mezclan con agua y ¡zaz! Se transforma en un éxtasis para mi. Mientras la gente se oculta y se resguarda de la lluvia, a mi me gusta sentirla caer gota a gota entre mi pelo y recorrer mi cabeza hasta escurrir hacia mi cuello. Todo mientras la gente me mira estúpidamente. Jo jo jo!!
Espero no haberte aburrido con esto, querida Daisy, pues mi corazón vibra y se pone feliz con cada palabra que yo te dedico.
Ahora miro por la ventana y parece que también hoy lloverá, así que rápidamente me apresto a salir, me cepillo el pelo, lo sujeto, limpio mis lentes, guardo mi cartera verde, tomo un cuadernillo y un libro de la mesa y lo meto en mi morral junto con mi chamarra. Bajo, tomo mis llaves, me despido, salgo y me apresto a topar a la lluvia desde algún bar del centro…
Te quiere, te estima mucho y te manda un beso…
Adolfo.
¿Lindo no?
Pasando a otra cosa, te diré que me he encontrado bien, lo único resaltable es que solo cargo un sentimiento de nostalgia por lo que dejado de hacer. Extraño un chingo estar sentadito recibiendo clases; igualmente extraño un putero estar platicando con los chavos en clase. Sabes querida, sin trabajar y sin estudiar me siento inútil, inservible y miserable. Mi pesar se calma un poco al leer, al salir, al sentirme querido cuando a veces sé que no lo merezco.
Acá, en el DF, surgen días calurosos, demasiado caluroso. El maldito sol parte el cielo y ataca sin pasión la piel. Mi rostro y mis brazos se han tostado con los años. ¡Maldición!, a veces uno siempre tiene que estar buscando sombra para no ponerse de malas en esta sucia ciudad.
Lo más súper chido es que hay días que llueve, como casi toda la semana pasada, y que parece que el cielo se viene para abajo. Me encanta cuando pasa esto, lo amo tanto, que solía meterme a los bares, ¿sabes para qué? Para escuchar como llovía y ver cómo el agua mojaba la tierra y desprendía ese hermoso olor ¡mmm! Todo esto mientras le daba un sorbo a mi dulce cerveza y una rica fumada a mi cigarrillo. Esta es una de las razones por las que me gusta, a veces, ir a tomar solo, pues entre bar y bar los olores cotidianos se mezclan con agua y ¡zaz! Se transforma en un éxtasis para mi. Mientras la gente se oculta y se resguarda de la lluvia, a mi me gusta sentirla caer gota a gota entre mi pelo y recorrer mi cabeza hasta escurrir hacia mi cuello. Todo mientras la gente me mira estúpidamente. Jo jo jo!!
Espero no haberte aburrido con esto, querida Daisy, pues mi corazón vibra y se pone feliz con cada palabra que yo te dedico.
Ahora miro por la ventana y parece que también hoy lloverá, así que rápidamente me apresto a salir, me cepillo el pelo, lo sujeto, limpio mis lentes, guardo mi cartera verde, tomo un cuadernillo y un libro de la mesa y lo meto en mi morral junto con mi chamarra. Bajo, tomo mis llaves, me despido, salgo y me apresto a topar a la lluvia desde algún bar del centro…
Te quiere, te estima mucho y te manda un beso…
Adolfo.