sábado, 8 de mayo de 2010

El golpeteo de la puerta en plena mañana me fue estremecedor.


Tenía ese recuerdo vago de lo que recién había soñado, pero en realidad estos tajos no eran más que visiones de lo que había hecho días anteriores entremezclados con fantasías y situaciones surrealistas. Una obra dramática en la que los personajes se difuminaban con el acontecer de los hechos. Figuras creadas a partir de visiones míticas de la historia de la antigüedad, criaturas fantasiosas de los elementos más absurdos del cine para bobos.

El golpeteo de la puerta en plena mañana me fue estremecedor. El cosquilleo nervioso que se mostró en mis manos y atascó mis pulmones me impidió respirar con normalidad.

Ella ya estaba adentro antes de que yo, apresurado, le abriera la puerta. Se sentó en la mesa de la pequeña cocina, se sirvió un café rápidamente y miró por la ventana cómo desaparecía la mañana en ese barrio viejo del centro de la ciudad.
Convencida que de tenía toda mi atención, pese a que yo estaba parado desconcertado y desnudo a media habitación, me dijo en voz pausada entre sorbo y sorbo:

-Aquel día que te conocí de vista en ese bar, sentí envidia por la chica que te acompañaba. Ella estaba tan segura de que no partirías en el instante después de insinuarte que no pasaría nada íntimo esa noche entre los dos. Yo te observaba, notaba como admirabas sus mejillas y la abrazabas a la vez que ella te besaba la mano y sonreía mirando contenta a su alrededor-

Tomó un sorbo de café, me miró de reojo notando mi total desnudes y continuó enfocando su vista de nuevo a la ventana que ya proyectaba hacia dentro, los primeros rayos del sol.
De igual manera dijo:

-El calor que sentimos las mujeres es intenso, es indescriptible. Deseamos el sexo tanto como los hombres, pero no de una manera estúpida como ustedes, sino de una manera que deje recuerdo, un buen sabor de boca. Yo perdí mi virginidad con un chico musculoso que gemía como si lo estuvieran asesinando allí mismo como un simple animal. Desde entonces aborrezco a los idiotas como él.
Pero dime Manuel, ¿acaso tú me notaste aquella primera vez?

El pánico me congeló. Pese a que ella ni si quiera me veía, yo sentía que cualquier palabra mal dicha me condenaría de nuevo a su furia que experimenté días antes.
Mi tibia respuesta ni siquiera la inmutó.

Se paró lentamente, miró su reloj y caminó a mi alrededor como buscando algo en mi desnudes. Sentí su respirar a través de mis poros y un sudor frío me vino a la cabeza cuando me sujetó por el pelo y me dijo:

¿Acaso nunca has pensado que las mujeres también nos la pasamos observándolos? A veces no sé si son tan imbéciles o solamente pierden la cabeza con par de tetas enormes.
Después de que tuvimos sexo en el hotel cerca del bar, sentí un dolor en el vientre que me duró tres días más. Debido a esos jalones de pelo que me diste sobre la cama, se llenó mi cabeza de ecos que no han dejado de sonar.

¿Acaso tienes cigarrillos aquí? –dijo al instante en que su desnudez se dejó ver al deslizarse lentamente su vestido negro por sus pechos y caer hasta el suelo.

Aquí tengo unos, -le dije al momento de dirigirme a mi habitación a vestirme- pero tendré que ir a comprar los preservativos.