domingo, 30 de agosto de 2009

El Genio de la Multitud. Charles Bukowski

Hay suficiente traición y odio,
Violencia.
Necedad en el ser humano
Corriente
Como para abastecer cualquier ejército o cualquier jornada.
Y los mejores asesinos son aquellos
Que predican en su contra.
Y los que mejor odian son aquellos
Que predican amor.
Y los que mejor luchan en la guerra
Son -al final- aquellos que
Predican
Paz.

Aquellos que hablan de Dios.
Necesitan a Dios
Aquellos que predican paz
No tienen paz.
Aquellos que predican amor
No tienen amor.

Cuidado con los predicadores
cuidado con los que saben.
Cuidado con
Aquellos que
Están siempre
Leyendo
Libros.

Cuidado con aquellos que detestan
La pobreza o están orgullosos de ella.

Cuidado con aquellos de alabanza rápida
Pues necesitan que se les alabe a cambio.
Cuidado con aquellos que censuran con rapidez:
Tienen miedo de lo que
No conocen.

Cuidado con aquellos que buscan constantes
Multitudes; no son nada
Solos.
Cuidado con
El hombre corriente
Con la mujer corriente
Cuidado con su amor.
Su amor es corriente, busca
Lo corriente.

Pero es un genio al odiar
Es lo suficientemente genial
Al odiar como para matarte, como para matar
A cualquiera.

Al no querer la soledad
Al no entender la soledad
Intentarán destruir
Cualquier cosa
Que difiera
De lo suyo.

Al no ser capaces
De crear arte
No entenderán
El arte.

Considerarán su fracaso
Como creadores
Sólo como un fracaso
Del mundo.

Al no ser capaces de amar plenamente
Creerán que tu amor es
Incompleto
Y entonces te
Odiarán.

Y su odio será perfecto
Como un diamante resplandeciente
Como una navaja
Como una montaña
Como un tigre
Como cicuta
Su mejor
ARTE.

jueves, 20 de agosto de 2009

Sembrando Ideas!!!



Cuando en los hombres se encarna un grave pensamiento, un firme intento, una aspiración noble y lejítima, los contornos del hombre se desvanecen en los espacios sin confines de la idea.

José Martí.



Penitenciaría Federal de los Estados Unidos. Leavenworth, Kansas.
Mayo 2 de 1922
Señorita Irene Benton Granada, Minn.


Mí querida camarada:


Tu carta, tan perfectamente calculada para difundir algún calor en mi corazón adolorido, tuvo éxito en su generosa misión, y especialmente la última parte de ella, en donde dices lo que tu querida madre piensa acerca de mí, tocó las más delicadas fibras de mi corazón. Me conmovió casi al punto de derramar lágrimas, porque pensé en mi propia madre, muerta hace tanto tiempo. ¡Hace 21 años! Estaba yo en la prisión en ese tiempo, castigado por haber denunciado la tiranía sangrienta, de Porfirio Díaz, y, por lo tanto, no pude estar al lado de su lecho, no pude darle mi último beso, ni pude oír sus últimas palabras. Esto pasó en la ciudad de México el 14 de junio de 1900, un poco menos de tres años antes de mi venida a este país, como un refugiado político, en busca de libertad.


Muchas gracias a ti y a tu querida madre por sus simpatías hacia mí, expresadas en tu hermosa carta.

Tu información de la obra realizada ya en los campos de la que está en preparación, es de lo más interesante, pues no puedes imaginarte cuánto amo el campo, las selvas, las montañas. “Los hombres—dices—han estado ocupados en los campos preparando el terreno para recibir la semilla.” ¡Que mundo de emociones y pensamientos fomentan esas pocas palabras en mi ser, porque yo también he sido sembrador, aunque sembrador de ideales!... y he sentido lo que el sembrador de semillas siente, y la semejanza de emociones me impulsa a llamarle mi hermano y colaborador. Él deposita sus semillas en las generosas entrañas de la tierra, y yo deposito las mías en los cerebros de mis semejantes, y ambos esperamos, esperamos, esperamos... y las agonías que él sufre en su espera, son mis agonías. La más pequeña muestra de mala suerte oprime nuestro corazón, y conteniendo su aliento espera que la roturación de la costra de la tierra le anuncie que la semilla ha brotado, y yo, con mi corazón comprimido, espero la palabra, la acción, el gesto que indique la germinación de la semilla en un cerebro fértil... La única diferencia entre el sembrador de semillas y el sembrador de ideales reside en el tiempo y la manera de trabajar, pues mientras que el primero tiene la noche para solaz y descanso de su cuerpo, y, además, espera hasta que la estación sea favorable para su siembra, y solamente planta en donde el suelo es generoso el último no tiene noches ni estaciones del año: todas las tierras merecen sus atenciones y trabajos. Siembra en la primavera así como en el invierno, en el día y en la noche, en la noche y en el día; en todos los climas, bajo todos los cielos y cualquiera que pueda ser la calidad del cerebro, sin tener en cuenta el tiempo... Aunque el rayo truene en las alturas, en donde residen los árbitros de los destinos humanos. 1


El sembrador de ideales no detienen su obra: camina hacia un futuro que mira con los ojos de su mente, sembrando, sembrando, sembrando. Puños muy apretados pueden agitarse amenazadoramente, y toda la atmósfera que lo vuelve puede temblar y llegar a arder con el odio difundido por aquellos cuyo interés es dejar sin cultivo el cerebro de las masas... El sembrador de ideales no retrocede: el sembrador de ideales continúa sembrando, sembrando, sembrando... Lejos y cerca, aquí y allá, bajo cielos lívidos iluminados por un sol amarillo que, proyectando sus lúgubres siluetas contra ceñudos horizontes que presagian cadalsos, extiende sus siniestros brazos como antenas de monstruosas criaturas engendradoras por la fiebre o producidas por la locura, mientras enormes puertas negras de fierro anhelan por su carne y su alma... El sembrador no retrocede, el sembrador continúa sembrando, sembrando, sembrando... Y ésta ha sido su tarea desde tiempo inmemorial, y éste ha sido su destino aun desde antes de que la humanidad surgiera dignificada y erecta, de la selva, en donde transcurrió su infancia a gastas con los demás cuadrúpedos, la fauna; porque el sembrador de ideales ha tenido siempre una misión de combate; pero sereno y majestuosamente, con un amplio movimiento de su brazo, tan amplio que parece trazar en el aire hostil la órbita de un sol, él siembra, siembra, siembra la semilla que hace avanzar a la humanidad, aunque con grandes tropiezos, hacia ese futuro que él ve con los ojos de su mente...


¡Tu carta es tan tierna...! ¡oh, mi querida camarada!; eres tan amable como tu querida madre. Sí, tu simpatía me calma, me hace mucho bien; gracias un millón de veces. Los recortes son muy interesantes y las pinturas muy simpáticas. Ahora me despido.


Di a Rivera tu recado; está muy agradecido. Tuyo fraternalmente.


Ricardo Flores Magón

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1 En Epistolario revolucionario e íntimo, t. III, p. 31, aparece la siguiente nota de los editores: “Por un error del traductor apareció esta frase en ‘Sembrando Ideas’, tomo IV de la Serie en singular. Consultando el original, la encontramos en plural, y no en singular, refiriéndose Ricardo, por medio de una figura retórica, a los hombres que están en el Poder como árbitros de los destinos humanos.” Librado Rivera había escrito a Nicolás T. Bernal el 7 de enero de 1924: “Leí la carta de Ricardo a nuestra buena amiga Irene Benton, publicada en Sembrando Ideas, y noto un error colosal que no sé a quien atribuirlo, si al traductor o al afán de nuestra amiga de aprovechar esa oportunidad para su propaganda religiosa, porque ella sí lo es, a juzgar por las cartas que me ha escrito. Al hablar del Sembrador de ideas, el sembrador siembra a todas horas, en todas las estaciones; ‘sin tener en cuenta el tiempo... Aunque el rayo truene en las alturas, en donde reside el árbitro de los destinos humanos.’ Te subrayo la frase para que veas el disparate. Me atrevo a llamarle así porque Ricardo nunca creyó en un ‘árbitro de los destinos humanos,’ durante los muchos años que lo traté tan íntimamente. Ricardo era un Ateo completo, un filósofo positivista. Jamás se le ha de haber ocurrido escribir a ninguno de sus numerosos amigos o amigas ideas semejantes de elevar sus bellas inspiraciones en un ‘árbitro’ de los destinos del hombre. En ninguno de sus muchos escritos he visto cosa semejante. Te llamo la atención, porque si hay otras cartas por el estilo de esa, se mejor que ni las publiques, porque ante nuestros compañeros anarquistas, cosas de esas desprestigian lejos de recomendar su nombre y su obra... Esa carta sin el ‘árbitro’ es una bella obra literaria, una hermosa obra de arte y de propaganda libertaria al mismo tiempo; pero el árbitro regulador de todas las cosas opaca su brillo.” (AJCV). No existe el original de esta carta.

miércoles, 12 de agosto de 2009

El Dulce Beso de la Oscuridad me sigue a la Luz.

o7/Agosto/2007 11:12 PM




Harry encuen­tra en sí un "hombre", esto es, un mundo de ideas, sen­timientos, de cultura, de naturaleza dominada y subli­mada, y a la vez encuentra allí al lado, también dentro' de sí, un "lobo", es decir, un mundo sombrío de ins­tintos, de fiereza, de crueldad, de naturaleza ruda, no sublimada. A pesar de esta división aparentemente tan clara de su ser en dos esferas que le son hostiles, ha comprobado, sin embargo, alguna vez que por un rato, durante algún feliz momento, se reconcilian el lobo y el hombre.
El Lobo Estepario. Hermann Hesse. Pág. XXIV



¿Recuerdas lo que tu amigo decía acerca de la noche? ¿No? Decía que se convierte en tu cómplice cuando hace que todo se calle sólo para escuchar tus pensamientos, por esto puedes pasarte horas y horas escuchando el tic tac, tic, tac de tu reloj y a la vez recordar el pasado no tan lejano, como a veces piensas, que se filtra en tus pensamientos cada vez que buscas una forma de proceder para con los demás. Esos demás que no son tan transparentes como deberían.


Esa noche es lo único que te pertenece y se te entrega como la mujer amada, dulce y silenciosa para que la tomes mientras le hablas al oído, diciéndole que es bella y que es lo mejor que te ha pasado en la vida.


También, decía tu amigo, que las noches suelen ser largas al caminar despacio e insistente por el pasado, por ése pasado que te ha perseguido toda tu vida con múltiples caras, unas humildes y otras pretensiosas, al grado de que el asesinato es poca cosa comparado con ellas, resulta muy simple. Ese tipo de rostros, que te dije antes, también los encuentras en los lugares donde te reúnes a beber, sí, esos que son monstruos malignos que con tu embriaguez se transforman en seres humanos débiles e ignorantes, esos rostros que, ya de por sí, son máscaras que ocultan tenebrosas facciones, que corroen el espíritu y le sacan sangre a la esperanza.


Dejarás de mirar hacia abajo y tomarás la luz que emana de lo lejos para salir satisfactoriamente del hoyo. No sin antes deslumbrarte y que pase al instante por tu cabeza un arrepentimiento por regresar al fondo, a lo oscuridad que te protege y te hace soñar al darte un beso en la frente...

lunes, 10 de agosto de 2009

Carta al Auténtico Amigo. Parte I.

21 de octubre del 2008.


Cultivo una rosa blanca,
En julio como en enero,
Para el amigo sincero
Que me da su mano franca.

Y para el cruel que me arranca
El corazón con que vivo,
Cardo ni ortiga cultivo:
Cultivo la rosa blanca.

José Martí.




El joven llega a la cantina con un aire desolado y triste, sus ojos se pierden en la cotidianeidad del ambiente sereno y lento del lugar. La mesera lo mira de reojo y se acerca a la mesa, lo ve y espera que él siga el procedimiento de pedir lo que piden todas esas sombras de la tarde calurosa; lo hace y de inmediato saca una carta de su sobre y se denotan, de esta, sus bordes desgastados por las tantas leídas a las que había sido sometido ese pedazo de papel. Dos, tres, cuatro… botellas de cerveza van adornando la mesa vieja y gastada. Un salero y limones, una pequeña hilera de hojas impresas de poemas, un morral viejo, y un cenicero lleno de tabacos mal encendidos y mal fumados, es todo lo que adorna esa mesa.


El joven se dispone a leer la carta una vez más de las tantas que se adivina, ha leído. Al seguir con sus ojos cada línea se puede ver una tranquilidad y un seguimiento lento de la lectura, pero por momentos se detiene la vista en ciertas palabras que son acompañadas de un gesto de extrañamiento momentáneo. La lectura de esas dos hojas se termina y acompañada de eso, la sexta botella de cerveza.


Después de una larga reflexión en torno a su propio lugar, el joven saca una pluma y voltea una hoja impresa e inicia esta carta que se presentará a continuación, que fue extraída del bote de basura del sanitario de hombres a las 12:30 am del inicio del día después.


Querido Alfredo:


Dices, querido amigo, que no hay razones para seguir viviendo. Tu expresión me provoca una tímida sonrisa en mi rostro y hace que esquive mi mirada, que la pierda en la mesa atascada de objetos ya, inservibles.


Sabes, yo no soy el indicado para darte razones para vivir, y menos, para vivir feliz. Mi vida es una eterna confusión entre lo que fui y el producto de eso, es que soy hoy. Mis razones para vivir se han ido reduciendo como la lluvia torrencial que termina siendo una suave brizna cálida que refresca mi faz.


Mi problema, y discúlpame que me ponga de ejemplo, en esencia, es que pienso mucho, tanto cosas profundas, o sea, trascendentales para mi, como frivolidades, como mi relación con los hombres y mujeres a mi alrededor. Mi mente vuela, vuela mucho, y viaja, viaja mucho hasta el cansancio. Estoy harto, harto de mi y harto de lo que he hecho de mi. Últimamente solo he escrito sobre lo mismo, sobre el recuerdo de una usurpadora de libros y corazones. Todo me la recuerda. El bar, el sexo, los libros y los poemas. Quiero escribir sobre la naturaleza, sobre la esencia de lo humano, sobre la flor, sobre el campo y la selva, y sobre todo, el conquistar montañas con una larga vara sin corteza. No puedo, te juro que no puedo, termino relacionándola con todo. Ayer quise enamorarme de una chica linda de una extraña mezcla de verde y café en sus ojos. No lo conseguí, era muy boba comparada con mi usurpadora.


Sentado aquí, querido amigo, frente a una mesa de inutilidades quiero decirte, y que consideres, las cosas que me mantiene vivo, firme y caminando por las calles mojadas, frías, salvajes e interminables:


Empezaré remitiéndome a un vago recuerdo de mi niñez, sabes, no tengo muchos, pero esos pocos forjaron el yo del presente. Este recuerdo de mí caminando por el bosque que está cerca de la casa de los abuelos, es un recuerdo hermoso, pues trae a mi cabeza el olor a tierra mojada, a la humedad de la sierra, cientos de plantíos divididos bellamente en ejidos, y los indios caminando presurosos a cosechar sus productos al final del temporal. --Cómete un plátano o un durazno güerito –me ofrecían al pasar cerca de la piedra donde me sentaba a verlos.


Caminaba tranquilo entre las divisiones de estos que era el camino al bosque, este tenía ahuehuetes frondosos y enormes, de cientos de años, grillos, pequeñas víboras y ardillas, eran los testigos de mi entrega a la naturaleza. Ahora te digo: abandona todo. Pertenencias, amigos y relaciones y cámbialas por paseos matinales por algún bosque, por algún campo, así, pues, lárgate lejos de esta maquinaria.


Si quieres razones para seguir viviendo te diré que visites un bar, ahí están las personas más patéticas del mundo, y al verte reflejado en sus tristes rostros, pensarás que lo tuyo es cosa de nenas. Mira, por ejemplo, a este tipo que se acaba de quedar dormido de lo ebrio, frente a un plato caliente de sopa. O mira a aquél, que las meseras, que tienen la misma edad de mi madre, han decidido ignorar por su alto estado etílico. También puedes escuchar las pláticas de los vecinos de estas mesas, hablan sobre la mejor forma, o sea, fáciles, de acceder a puestos públicos con tan solo hacerte amigo de un gordo pervertido. ¿Lo ves amigo? Son lo peor de lo humano ¡Mira! ¡Mira! ¿Ya viste? A ese borrachín haciendo unas suertes de torero y tratando a las meseras como vaquillas ja! Ja! Ja! ¡Linda cucaracha camina por la pared!


Quisiera estar solo en este bar, y tal vez en realidad lo este. Deberían todos parar de hablar y tal vez, solo tal vez, se encontrarían a sí mismos. A estas gentes les es tan extraño venir a beber solos, me miran con un sentimiento de pobre joven…

Continuará…

Carta al auténtico amigo. Parte II.

26 al 31 de julio del 2009.





1° de abril de 1895
Hijo:
Esta noche salgo para Cuba: salgo sin ti, cuando debieras estar a mi lado. Al salir, pienso en ti. Si desaparezco en el camino, recibirás con esta carta la leontina (Cadena de reloj) que usó en vida tu padre.
Adiós. Sé justo.


Tu José Martí.





Continúa la carta:
De mis manos se resbalan las colillas interminables de cigarrillos. Me acabo de dar cuenta que hoy es un buen día para morir querido amigo. ¿Notas ahora mi contradicción? Qué estúpido soy estarás pensando. Se supone que te tendría que dar, a través de esta carta, las razones para no hacer una tontería como quitarte la vida y en cambio termino, al reflexionar sobre mi, convenciéndome que yo soy el que debería morir justo ahora.

Pero sabes, querido Alfredo, ahora que lo pienso muy bien moriré con el recuerdo fugaz y hermoso de todas ellas juntas, hablando entre sí de las cosas buenas que tengo, o que tuve, en el caso que tenga algunas, o por lo menos una, la verdad deberé de tener por lo menos una, es todo lo que pido.

¿Cómo se dice? ¡Ohh! sí, ya recordé: cuchicheando cosas de mí. Seria hermoso Alfredo, verlas juntas por una ultima vez, ver su belleza, ver que se tomaron el tiempo de recordarme un poco en sus puras y blancas mentes.

Sabes, gocé de muchas bocas. Probé tantas entrepiernas trémulas y húmedas. Sentí el rosar de todo tipo de pechos sobre mi rostro. Sacié mi lujuria con gemidos y bofetadas. También las amé, una a una las amé. Sentí cosas tan inimaginables al estar con ellas, al pasearme por los parques, por salas de museos con pasillos interminables y caminar por las grandes avenidas que me seria imposible describirlas en estas líneas.

Escuchar sus voces al decidir ser mis parejas, un “tal vez” o mejor un “está bien” o peor, un “déjame pensarlo”. Me perdí en los ojos bicolor de ..... y su forma hermosa de caminar con la cabeza inclinada y su masticar del lado izquierdo por su molesta muela del juicio. Me perdí en la juventud de ..... y esa alegre forma de ver la vida. Idealicé la figura de .......... y sus ojos verdes delineados de negro que me enloquecía. Sujeté los pechos firmes de ..... con los ojos cerrados y la manera inmediata como se soltó a reír. Me perdí en los interminables dreadlocks de ........, de ...... y de una prohibida llamada ....... Cometí adulterio con ..... en la cama de su marido por el simple hecho de que me volvía loco su figura y esa manera de dejar caer el pelo en su rostro cuando platicábamos de cosas que nos incomodaban. Me conquistó una chica a cientos de kilómetros de distancia. Platiqué tardes eternas sobre la vida y la importancia de la reflexión con aquella que hoy me odia. Quedé atrapado entre las piernas blancas de ....... esa tarde a fin de año y de las cuales no pude separarme por dos días. Sudé por los movimientos circulares de las caderas de Beatriz, Ximena, Sofía, Patricia, Xochitl y se me erizó la piel mil veces cuando Amanda pasaba su lengua por mi mejilla después del orgasmo. Te recuerdo Karla y tus hermosos chinos en esos tiempos en la primaria. Te recuerdo Güera, y la hermosa forma como barrías el salón en la secundaria cuando te quedabas castigada mientras yo afuera te veía y me moría de amor. Mi chica de tez blanca salpicada por eternas estrellas que me busca para llevarme lejos de todos, ella, ella que hace que su padre salte de júbilo. Recuerdo…recuerdo…han sido muchas, de las cuales hasta he olvidado sus nombres, son sombras nada más.

Creo que odio este bar, su color amarillo chillante y las meseras espantosas solo me provocan no alzar la mirada mientras te escribo esto: mi ultima carta para ti, y no obstante, para todos los que han respondido por mi y no han dudado de lo que soy y de lo que les quise ayudar.

En dirección acá, caminaba muy lento, quería sentir un poco más esa sensación de ver el ir y venir de la gente a través de los magníficos edificios del centro. El sol repiqueteando mis mejillas y quemando mi frente, hicieron que me arrepintiera y apresurara el paso a la sombra de esos colosos gigantes de piedra. Mi cigarrillo infaltable se consumía lentamente entre mis dedos al mismo tiempo que recordaba que hace ya algún tiempo no he entrado a algún museo. Pareciera que los he visto todos a lo largo de estos años de fiebre histórica de mí ser.

Carta al auténtico amigo. Parte III y última.

09-10 de agosto del 2009.





Desde Montecristi. 25 marzo 1895
Madre mía:
Hoy, 25 de marzo, en vísperas de un largo viaje, estoy pensando en usted. Yo sin cesar pienso en usted. Usted se duele, en la cólera de su amor, del sacrificio de mi vida; y ¿por qué nací de usted con una vida que ama el sacrificio? Palabras, no puedo. El deber de un hombre está allí donde es más útil. Pero conmigo va siempre, en mi creciente y necesaria agonía, el recuerdo de mi madre.
Abrace a mis hermanas, y a sus compañeros. ¡Ojalá pueda algún día verlos a todos a mí alrededor, contentos de mí! Y entonces si que cuidaré yo de usted con mimo y con orgullo. Ahora, bendígame, y crea que jamás saldrá de mí corazón obra sin piedad y sin limpieza.
La bendición.


Su José Martí
Tengo razón para ir más contento y seguro de lo que usted pudiera imaginar. No son inútiles la verdad y la ternura. No padezca.





Te seguiré contando de las cosas buenas de la vida. Ahora que pienso renunciar a ella.

Sabes, conocí muchos sonidos. Pero no esos sonidos cotidianos que atascan los oídos y que con los años nos vuelven tediosa la vida. Los sonidos de los que te hablo son más profundos, ¿sabias que hay sonidos que los humanos no podemos escuchar? Pues mis sonidos son parecidos a esos. Mis sonidos provienen de las gentes pasadas. Y tampoco hablo de esas estupideces de hablar directamente con la gente que ha partido, no es nada de ese misticismo absurdo para pasar el tiempo. Me refiero más bien a los recuerdos y los legados dejados por los pasados. De eso te hablo amigo. Escucho sus pasos de aquí para allá tratando de resolver asuntos que en vida dejaron pendientes. Por las noches se acercan a mis oídos y me hablan de cosas hermosas que esperan por nosotros, por los humanos. Me hablan de jardines colgantes en todas las casas mucho más hermosos que los de la antigüedad. Me dicen que camine seguro y con la frente en alto. Sabes, en mi cumpleaños me rodean con sus vitoreadas de alegría y euforia. Escucho como crujen entre sus dientes las calaveras de azúcar y chocolate y como destapan sus cervezas y se sirven sus mezcales y se fuman sus cigarrillos Delicados que están sobre sus tumbas. Es una verdadera locura. Ahora que parta, sus palabras me serán, por fin, claras y sabré que tanto falta para que lleguen esos días de jardines colgantes en todas las casas de todos los hermanos míos del mundo.

Creo que cuando entré a este bar supe que todo estaba perdido, pero no lo he querido aceptar sin estar lo suficientemente ebrio. Sabes, soy muy susceptible a las adicciones. Cuando probé la marihuana en la preparatoria me volvió loco, ella me llevó con esos amigos, después vino la cocaína a punto de graduarme y una reafirmación de ella en la universidad y por último esas anfetaminas obsequiadas por esa chica llamada Carmen, de vista cansada y ahora madre de un niño cuyo padre jamás conocerá; por cierto, no olvido tu pregunta ese vienes de crisis en la cantina de la escuela sobre el por qué temblaban tanto mis manos al ofrecerme ese cigarro. Por cierto, el cigarrillo es una buena manera de dejar atrás estos vicios míos, que en lo más absoluto no me arrepiento de traerlos a cuestas. Me han dado tantas cosas…

Sabes, también conocí muchos paisajes, pero no tanto como hubiera querido, para mi desgracia. Mis paisajes fueron hermosos, desde lugares desérticos hasta cascadas y abismos inmensos donde todo era mío, donde yo le pertenecía a todo. ¿No te parece hermosa esa sensación de la inexistencia del humano? Esa sensación de que eres el único ser en cientos de kilómetros cuadrados. Donde puedes gritar que te quieres follar a la vecina que tiene unos inmensos pechos, o que en realidad son una estupidez los ideales de los ignorantes. Es estar ahí pero sin poder comprobarlo. Pero, de hecho, pensándolo bien, no creo que a alguien le interese cuestionar que tú estás ahí. Tal vez esto último sea lo mejor. Ese sonido del agua ir río abajo, el ver una imagen interminable de árboles frondosos con hongos de figuras caprichosas a sus costados y pastos largos que no sabes qué contendrán dentro de sí, es un maldito otro mundo. Colinas, montañas de piedra y cerros que son rodeados por pájaros multicolores y seres que jamás has imaginado. O no me dejarás mentir sobre lo majestuoso de una playa desierta al oscurecer y decenas de gaviotas sobrevolándola sin ninguna apuración.

Se escucha al cielo tronar y oscurecer en solo minutos la entrada del bar. Tlaloc hace acto de presencia y amenaza con crear estragos entre los habitantes de tan jodida ciudad. El clima está jodido, los cambios bruscos de temperatura son solo una advertencia para lo que les vendrá después.

Sabes, también escuché muchas palabras, de todo tipo y creo que escribí muchas. Las palabras me han sido interminables. Ellas han tenido mucho significado en mí. No sé que hubiera hecho sin poder escucharlas o leerlas casi a diario. Me hacían pensar, sufrir, compadecer, despreciar, fornicar, odiar, admirar, envidiar y amar. ¿Qué no es esto la vida Alfredo? Las dulces palabras salidas de los labios de ellas. Un “me gustas” o un “ayer estuve pensando en ti” que brotan de sus labios como geranios en un hermoso patio. Pero las palabras duras que utilizan aquellas personas que se las apoderan siendo éstas muy importantes y claves diciendo, por ejemplo: “por la libertad tenemos que tomar estas medidas” o “la democracia exige un orden social irrenunciable” o “Dios te ama hermano” de estas son tantas, tantas que cansa escucharlas como escudo de barbaridades humanas, de vejaciones, de robo, de explotación.


Mis palabras, en verdad, son sinceras querido Alfredo, no busqué darles un sentido erróneo para nosotros, no quise sacarles provecho inservible, frívolo. Quise decirme a través de ellas. Creo que se prestaron muy bien al descender de mi mente, parar por mi pecho y salir expulsadas casi inmediatamente por mis brazos, manos, dedos, pluma y papel.

El golpeteo de la lluvia allá afuera en el concreto y la llegada de esa magnífica brizna de aire frio a mi espalda, me hacen pensar que he sido muy afortunado. Tal vez, solo tal vez, valga la pena estar aquí y ahora, contigo.

Te estima, te aprecia y te desea lo mejor de esta vida:


Tu amigo José.

Posdata: te pido que me hagas el favor de divulgar esta carta a todos mis conocidos. Es una hermosa manera de decirles adiós.


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El joven firma la carta, la dobla. Nota en la cuenta, que le ha traído la mesera, que ha tomado mucha cerveza y que tiene que pagar demasiado. Pasa al baño en medio del alboroto juvenil que a esa hora de la noche se da y en un arranque de rabia, tira la carta al bote y cierra la puerta. Al salir el aire frio de la calle lo obliga a ponerse su chamara y perderse en la calle Donceles no sin antes, claro, prender un cigarrillo, su último cigarrillo antes de llegar al tren.

domingo, 9 de agosto de 2009

Siga el corso. Carlos Gardel.


Humo de la hogera de su corazón,
Aquella marquesa de la risa loca
Se pintó en la boca por besar a un clown.

Cruza del palco hasta el coche
La Serpentina nerviosa y fina
Como un pintoresco broche
Sobre la noche de carnaval.

Decidme: ¿quién sos vos?
Decidme: ¿dónde vas?
Alegre mascarita, que me gritas al pasar:
"Que así me conoces"
"Adios... Adios... Adios..."
"Yo soy la misteriosa mujercita de buscás".

Sacate el antifaz, te quiero conocer
Tus ojos por el corso van buscando mi ansiedad
Tu risa me hace mal, mostrarte como sos
Detras de tus desvios, todo el año es Carnaval.

Corso con sonora burla
Truena la corneta de una pizpireta dama de organdi...
Y entre grito y risa, linda margata
Jura que la mata la pasión por mi.

Detrás de los chuscos carteles
Cruzan los fieles del dios Jocundo
y le van prendiendo al mundo
sus cascabeles el carnaval...

Decidme: ¿quién sos vos?
Decidme: ¿dónde vas?
Alegre mascarita, que me gritas al pasar:
¿Qué hace? me conocés
"Adios... Adios... Adios..."
"Yo soy la misteriosa mujercita de buscás".

Sacate el antifaz, te quiero conocer
Tus ojos por el corso van buscando mi ansiedad
Tu risa me hace mal, mostrarte como sos
Detras de tus desvios, todo el año es Carnaval.