viernes, 10 de octubre de 2014

Me escurren fragmentos.

Así como llegué me fui sin notarlo.
Salí del mundo y llegué a él
dando una vuelta.

Caminé junto a ella y la dejé
para encontrarla en otra.
Miré a mí alrededor y vi mi cara
en la pesadumbre de un mundo inútil.

Sueño y vivo
y siento que para vivir se sueña
y para soñar se mira fijamente.

En el bolsillo tengo
un encendedor, unas llaves
y restos que llevo a todos lados
de una mujer que amé.

Solo somos fragmentos, -me dijo-
Me llevarás e iré cayendo poco
a poco de tu bolsillo mientras
forjas destino con otra mejor.

Tengo una mano que tiembla,
un corazón que se colapsa del cansancio
y una melancolía sobre lo que pensé que fui

y sobre lo que resulté de lo que no hice.

En el parque.


 –Lloverá ahora. Me dice Abigail mientras baja de súbito del columpio. Se coloca las sandalias, camina apresurada hacia mí, toma mi cajetilla de cigarros y, junto con un pequeño libro de poemas del cual hace un momento le leí fragmentos, los coloca en su morrar y yo miro sus trasparentes manos mientras hace que me levante del pasto.

Mientras ella mira el ennegrecido cielo y la inminente tormenta, yo sólo pienso:

Largos pastos de esferas micro cósmicas de rocío.
Tormenta libre y majestuosa.
Moja y moja y todo vivirá más.

¿Por qué correr? ¿En casa no lloverá?

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