viernes, 25 de septiembre de 2015

Mi nombre es Adolfo y me escurren fragmentos.





Ahora mi barba ha crecido como nunca antes.
De mi cabello brotan hilos claros
exigiendo una luz que yo les he negado.

Sentado en la calle miro a todos lados
y quedo pasmado por la nostalgia
de un mundo tenebrosamente egoísta.

Así como llegué me fui sin notarlo.
Salí del mundo y llegué a él
dando una vuelta con los ojos cerrados.

Tiempo antes caminé junto a ella y la dejé
para encontrar sus ojos en otra.
Miré a mí alrededor y vi mi cara
en la pesadumbre de un mundo inútil.

A veces me siento tan diferente
tan desconectado de toda lógica.
A las preguntas que hacen
sólo tengo más preguntas.

Incluso hasta hoy sueño y vivo
y siento que para vivir se sueña
y para soñar se mira fijamente.

En el bolsillo tengo
un encendedor, unas llaves
y restos que llevo a todos lados
de una mujer que amé.

Fumando afuera de un bar ella me dijo:
-Solo somos fragmentos Adolfo-
Fumó una enorme bocanada,
a la par se recargó en la pared
y mientras señalaba mi bolsillo
me dijo también:
-Me llevarás e iré cayendo poco
a poco de tu bolsillo mientras
forjas destino con otra mejor-

En la noche miro al cielo y pienso en la oscuridad del espacio,
en pirámides mayas cubiertas de maleza,
en piedras volcánicas porosas,
en grandes montañas cubiertas de nieve
y en la forma en cómo ella se mordía el labio ante una decisión difícil.

Construyo palabras.
Lleno huecos del pasado.
Cuando me platicas
siempre estoy ajeno,
en otro tiempo, en otro lugar y
con otras personas.
Estoy ausente de mi yo de aquí,
que es el único que vale la pena.
Lo siento tanto.

No hace mucho que tengo una mano que tiembla,
un corazón que se colapsa del cansancio
y una melancolía sobre lo que pensé que fui
y sobre lo que resulté de lo que no hice.