sábado, 24 de abril de 2010

La primera vez que la toqué, ni siquiera había nacido.

Aquel que es capaz de algo y muere sin que le haya llegado su hora, muere en calma, que en alguna parte le llegará. Y si no llega, bien está; que ya es bastante grande el que es capaz de serlo.

Cuando llegó la noticia, fue nuestro fin.
De esa tarde no recuerdo mucho, parecía de esas de tantas en las que el sufrimiento nos llegó a todos. Pero esta fue diferente, fue su fin y en inicio del nuestro.

Ella desapareció, exactamente igual que como había llegado: rodeada de papá y mamá.

La primera vez que la toqué, ni siquiera había nacido. El calor del vientre de su madre me impresionó. El cariño y la expectativa de su llegada nos tenían a todos entusiasmados.

Su último tiempo fue dolor y frustración. Era fuerte, pero eso le fue demasiado. Resistió hasta que, con la venia de sus papás, salió volando lentamente de esa habitación.


Todos pensamos en ella. El dolor me hizo gritar, llorar y despreciar aún más al imbécil que ordenó su partida. La venganza de nosotros le llegará algún día a no sé dónde, pero si sé que será cuando menos se la espere. Esto lo juré en aquel lugar, mientras me mordía los labios al pisar su suelo.

Mis noches terribles de dolor han sido transformadas en sonrisas con llanto en los ojos. Aún tengo esos dibujos frente a mí. Los colores son tonos musicales que la seguirán por allá, por donde no conozco, ni absolutamente nadie de aquí, aunque digan lo contrario.

Todo tiene un fin, pero el de ella es, apenas, el inicio de algo grande.

martes, 6 de abril de 2010

Recorría yo funestos recuerdos familiares.


No digas tu verdad ni al más amado,
no demuestres temor ni al más temido,
no creas que jamás te hayan querido
por más besos de amor que te hayan dado.
Pedro Bonifacio Palacios (Almafuerte).


06 de abril del 2010.

Recorría yo funestos recuerdos familiares cuando súbitamente agarré mis cosas y decidí desaparecer del trabajo. Caminé unos metros y compré dos cajetillas de cigarros. Esperé sentado en la parada del bus. Las caras extrañas recorrían mi cuerpo con un deseo de buscar algo dentro de mí que yo, lo juro, jamás les otorgaría. Las sombras citadinas se empujan unas a otras a la vez que tienden trampas idiotas a las incautas presas.

Tu aliento sigue susurrando mis oídos, tus pechos siguen saciando mi recuerdo. Tú has escrito un poema que yo no he leído. Tus ojos me siguen atormentando como una pesadilla en la niñez. Los susurros del viento tocando mi cara me indican una dulce espera a tu regreso. En el bus las distancias se acortan y logras huir del pasado. El bus maneja una carrera frenética e impulsiva por las grandes avenidas de la calurosa cuidad de los palacios. Usurpadora de libros y corazones, te gritan mis antiguos. Devuélvele lo que afanosamente le robaste de una tajada. ¡Dónde están tus viejos, para defenderte? ¿Dónde debemos buscarlos para acabar, de nuevo, con ellos?


Esto te grita las voces en el fondo de las calles, en el auto y en diversos lugares que te topas a tus pasos. Futuros inciertos confunden mi mente y me hacen llorar ¡Qué ya no me inunden más, pues saltos al pasado suelo dar!

La cabeza se harta de los recuerdos y del terrible dolor que me producen. Los pasos de los pasados ya no me satisfacen más, me cansa ser tan simple, tan igual a mis contemporáneos y tan diferente a los pasados.

Los comunes se pasean por las ciudades sin darse cuenta de las gentes que antaño las transitaron y que sus voces son ahogadas en el estupor propio de las metrópolis. En cambio, hay gentes que hacen lo mismo con la gran excepción de que ellos les tienden la mano a estos seres del pasado y los invitan a que cuenten sus vidas para imaginarlas y verlas a través de nuestros ojos y así dejar evidencia, en un futuro, de que existieron.

Creo que he llegado, sí, estoy aquí, frente a esa estatua majestuoso de mi maestro. Me postro a sus pies y me desvanezco en la briza, desaparezco en el susurro trémulo de una mañana en un mundo que ni siquiera me conoció en realidad.

sábado, 3 de abril de 2010

¿No pudo haber sido un final de líneas de poemas hasta tus tobillos dibujados?

02 de abril del 2010.

Sueño despierto.

Yo sueño con los ojos
abiertos, y de día
y noche siempre sueño.
¡Y sobre las espumas
Del ancho mar revuelto,
Y por entre las crepas
arenas del desierto,
y del león pujante,
monarca de mi pecho,
montando alegremente
sobre el sumido cuello,
un niño que me llama,
flotando siempre veo!
José Martí.

Y de pronto me dijo: -No olvides imaginártelas con flores Adolfo, las mariposas no pueden vivir sin sus flores...
Es lo que escuché de ella aquella tarde en una acera de la escuela. Estábamos sentados mirando un libro que tenía imágenes de todos los tipos de mariposas que hay en el mundo. 
Su mirada estaba clavada en las imágenes multicolor y multiforme de estos hermosos seres. La explicación de las características, procedencia y datos curiosos de cada especie, me la daba detalladamente y con una pasión admirable que, desgraciadamente, sólo surge en determinadas personas.

Yo, sentado a su lado, simulaba poner atención a sus descripciones, pero en realidad, y hoy lo confieso abiertamente sin ningún arrepentimiento, sólo la observaba y recorría lentamente su cuello y la manera en cómo éste se perdía en el cuello de su blusa azul.

Hoy me pregunto: ¿Cuál será el final de su piel que nunca conocí? ¿Una mano poderosa que la sujetará en el futuro para someterla? ¿Un final feliz con unos labios que recogerán su olor para siempre sin siquiera poderlo entender? ¿No pudo haber sido un final de líneas de poemas hasta sus tobillos dibujados? ¿Tan mal hubiera sido?

De raudo volteó, me miró fijamente y preguntó:
-¿Acaso ustedes los anarquistas no aman la naturaleza y todas sus creaciones?-
-Por supuesto- le respondí casi ofendido por su pregunta obvia.
Y entonces ¿Por qué no me estás poniendo atención a lo que te estoy diciendo?
No supe que responder, no tenía el valor de darle la respuesta precisa en el momento indicado. Tiempo después, ella misma me insinuaría esta oportunidad perdida para siempre.

Intenté desviar su pregunta y comenté:
Sabes, Los anarquistas amamos la naturaleza, y la vida que ha otorgado desde hace miles años; un sol y una flor arrancan nuestras sonrisas y una tarde de lluvia torrencial nos arrebatan nuestras constantes lágrimas. Una tarde en el campo, un chapuzón en el río y un paisaje en la montaña, calman nuestro profundo dolor.

Sentí que su mirada se perdía en el horizonte al imaginar a los felices anarquistas disfrutando de las bondades de la naturaleza. Ella la amaba tanto que no perdía tiempo para fomentar las ventajas del respeto al medio ambiente. Sus ojos claros llenaban de felicidad mi caminar. Hoy ya no está aquí, desapareció de mi vida hace poco menos de un año. Y si acaso pensaba volver algún día, ya no lo hará porque sabe que ya estoy feliz con otra persona.

Cerró su libro, acercó su cara a la mía tanto que sentí su cálido aliento, y dijo:
-¿Te puedes imaginar viviendo en el campo como un auténtico anarquista Adolfo?
-Sí, claro,- le respondí feliz y agregué, -y me imagino rodeado de tus mariposas multicolor-

Y de pronto me dijo: 
-No olvides imaginártelas con flores Adolfo, las mariposas no pueden vivir sin sus flores...