Y entonces me dijo que yo era la persona más libre que había conocido jamás.
Fuese cierto o no, sonreí estando recargado en ese bello árbol con los brazos
cruzados y mirando el pasto. En una mano yo sujetaba un cigarrillo y en la otra
su corazón como hecho de hilos violeta entrecruzados formando patrones
simétricos. Nunca he vuelto a ver corazón tan perfecto.
Tranquilamente recostada, tenía las piernas cruzadas bajo una larga falda blanca con bordados a mano de flores multicolores. Jacarandas recién caídas como un manto rodeaban su figura. Sandalias cafés con plumas verdes colgando decoraban sus pies.
Ella miró al cielo por largo rato y esos mismos rayos proyectaban luces en sus mejillas y labios mientras sus cabellos ocultaban intencionalmente sus profundos y melancólicos ojos de mí. En verdad nada había sido tan perfecto hasta entonces.
Pues bien, al juntar estos elementos todo pareció tener sentido. Ya desde entonces jamás he vuelto a andar por allí con la cara agachada. Camino, miro y nada me detiene.