Ahora mi
barba ha crecido como nunca antes.
De mi
cabello brotan hilos claros
exigiendo
una luz que yo les he negado.
Sentado en
la calle miro a todos lados
y quedo
pasmado por la nostalgia
de un mundo
tenebrosamente egoísta.
Así como
llegué me fui sin notarlo.
Salí del
mundo y llegué a él
dando una
vuelta con los ojos cerrados.
Tiempo antes
caminé junto a ella y la dejé
para
encontrar sus ojos en otra.
Miré a mí
alrededor y vi mi cara
en la
pesadumbre de un mundo inútil.
A veces me
siento tan diferente
tan
desconectado de toda lógica.
A las
preguntas que hacen
sólo tengo
más preguntas.
Incluso
hasta hoy sueño y vivo
y siento que
para vivir se sueña
y para soñar
se mira fijamente.
En el bolsillo
tengo
un
encendedor, unas llaves
y restos que
llevo a todos lados
de una mujer
que amé.
Fumando
afuera de un bar ella me dijo:
-Solo somos fragmentos Adolfo-
Fumó una
enorme bocanada,
a la par se
recargó en la pared
y mientras
señalaba mi bolsillo
me dijo
también:
-Me llevarás e iré cayendo poco
a poco de tu bolsillo mientras
forjas destino con otra mejor-
En la noche
miro al cielo y pienso en la oscuridad del espacio,
en pirámides
mayas cubiertas de maleza,
en piedras
volcánicas porosas,
en grandes
montañas cubiertas de nieve
y en la
forma en cómo ella se mordía el labio ante una decisión difícil.
Construyo
palabras.
Lleno huecos
del pasado.
Cuando me
platicas
siempre
estoy ajeno,
en otro
tiempo, en otro lugar y
con otras
personas.
Estoy ausente
de mi yo de aquí,
que es el
único que vale la pena.
Lo siento
tanto.
No hace
mucho que tengo una mano que tiembla,
un corazón
que se colapsa del cansancio
y una
melancolía sobre lo que pensé que fui
y sobre lo
que resulté de lo que no hice.