domingo, 31 de marzo de 2013

Guitarra negra - Alfredo Zitarrosa.






Introducción
Cómo haré para tomarte en mis adentros, guitarra... Cómo haré para que sientas mi torpe amor, mis ganas de sonarte entera y mía... Cómo se toca tu carne de aire, tu oloroso tacto, tu corazón sin hambre, tu silencio en el puente, tu cuerda quinta, tu bordón macho y oscuro, tus parientes cantores, tus tres almas, conversadoras como niñas... Cómo se puede amarte sin dolor, sin apuro, sin testigos, sin manos que te ofendan... Cómo traspasarte mis hombres y mujeres bien queridos, guitarra; mis amores ajenos, mi certeza de amarte como pocos... Cómo entregarte todos esos nombres y esa sangre, sin inundar tu corazón de sombras, de temblores y muerte, de ceniza, de soledad y rabia, de silencio, de lágrimas idiotas...

Allanamiento
Hoy anduvo la muerte buscando entre mis libros alguna cosa... Hoy por la tarde anduvo, entre papeles, averiguando cómo he sido, cómo ha sido mi vida, cuánto tiempo perdí, cómo escribía cuando había verduleros que venían de las quintas, cuando tenía dos novias, un lindo jopo, dos pares de zapatos, cuando no había televisión, ese mundo a los pies, violento, imbécil, abrumador, esa novela canallesca escrita por un loco... Hoy anduvo la muerte entre mis libros buscando mi pasado, buscando los veranos del 40, los muchachitos bajo la manguera, las siestas clandestinas, los plátanos del barrio, asesinados, tallados en el alma... Hoy anduvo la muerte revisando mi abono del tranvía, mis amigos, sus nombres, las noches del Café Montevideo, las encomiendas por la Onda con olor a estofado, revisando a mi padre, su Berreta, su Baldomir, revisando a mi madre, su hemiplejia, al Uruguay batllista, a Arístides querido, a mis anarcos queridos bajo bandera, bajo mortaja, bajo vinos y versos interminables... Hoy anduvo la muerte revisando los ruidos del teléfono, distintos bajo los dedos índices, las fotos, el termómetro, los muertos y los vivos, los pálidos fantasmas que me habitan, sus pies y manos múltiples, sus ojos y sus dientes, bajo sospecha de subversión... Y no halló nada... No pudo hallar a Batlle, ni a mi padre, ni a mi madre, ni a Marx, ni a Arístides, ni a Lenin, ni al Príncipe Kropotkin, ni al Uruguay ni a nadie... ni a los muertos Fernández más recientes... A mí tampoco me encontró... Yo había tomado un ómnibus al Cerro e iba sentado al lado de la vida... Pasé frente al Nocturno y la vida había pintado unos carteles... Pregunté en una esquina por la hora, y en la bolsa del hombre que me dijo la hora iba la vida, junto con su almuerzo... Hoy dejaré las puertas y las ventanas de mi casa abiertas... y la noche entrará por todas las ventanas de mi casa, por todas las ventanas de todo el barrio, por todas las ventanas de todos los cuarteles y de todas las cárceles, por todas las ventanas de los hospitales... la noche entrará, cabeceando, saltará para adentro, sombra a sombra a la luz del farol... y se echará en el piso como un perro... y aguardará hasta la madrugada... Hoy... dejaré las puertas y las ventanas de mi casa, abiertas, para siempre...

La casa
... Mi corazón está mejor sitiado que mi casa... mi casa, más cercada que mi barrio... mi barrio, cercado por mi Pueblo... En mi barrio vive el Presidente, cercado por un muro casi derrumbado...

Uruguay for export
Temblando, con el frontal partido por el marrón, por el marronero, cae sobre sus costillas, pesada como un mundo, la res... Cae con estrépito, de bruces sobre el cemento... balando al descuajarse su osamenta, ya sólo un pobre costillar enorme, ya sólo un pobre cuero y sangre, media tonelada de huesos astillados, hincados en toda esa vida temblorosa y atónita... Ahí se va alzando, como un pesado pingajo, atrapada por la pata por un gancho que le salta arriba, que la alza por un ojal abierto en el garrón de un cuchillazo en plena estupidez sentimental, en plena media tonelada de monstruoso dolor, incomprensible, absurdo, balando, plañidera y tonta, como un escarabajo que no piensa, mientras medita lentamente por qué duele tanto y por qué duele qué parte de quién que es ella misma, la res, abierta al descuartizamiento atroz por todas partes, que nunca habían dolido y que eran tantas partes, tan extensas... y que pastando nunca habían dolido... haciendo leche, esperma, músculos, crin y cuero y cornamenta viva, que eran la vida misma manando hacia sus adentros, vibrando tiernamente como un sol cálido hacia sus adentros... y nunca habían dolido... Ya está colgada... Las patas delanteras se enderezan, se endurecen y avanzan hacia adelante y hacia arriba, implorantes y fatalmente rígidas, rematadas en cortas pezuñas que hace un instante amasaban el barro del corral, el estiércol de otros cien balidos, dinosaurios del siglo de las máquinas, nacidos para morir de un marronazo... Ahora ya es carne azul colgada en la heladera: "Uruguay for export"... Aquella res, que murió de un marronazo, cayó y tembló todo el frigorífico... Aquella otra res que recibió el marronazo en plena frente, de dos dedos de espesor, mientras entraba al tubo desconfiando porque allí no había pasto, alcanzó a comprender que había otra res delante, balando, que ya se la llevaba el gancho... y cayó detrás, también, y el cemento tembló bajo esos huesos... Aquella otra res, que esquivó el marronazo y que cayó también, con un ojo reventado y una guampa partida, deshecha, también cayó y tembló la tierra, tembló el marrón, tembló el marronero; la res, murió temblando de dolor y de miedo... de un marronazo en plena frente "for export" del Uruguay...

Flor show (por vals)
En la punta del agua... una flor blanca, luminosa, de quince dólares, se hace chispa, se abulta, se diluye, chorrea entre otras flores más pequeñas, llora, se agita, la catapulta el chorro de agua y sube como bola en el aire... Está naciendo siempre, mientras el agua canta en esa fuente de la boîte... Entre aplausitos, al compás de la orquesta, blanda flor blanca, acuosa, nostalgiosa en el aire... subida en los aplausos como espitada, hendida, empitonada... gime y llora en la noche, tira estrellas bailando bajo el humo, renace, llora por el chorro azul-blanco de la fuente como si fuera planta que la cría -y que no es-... y sin embargo, así seguirá abriéndose, muriendo, hinchándose y flotando, mientras duren la noche, su belleza infantil de ingeniería, su blando corazón bajo el foquillo fijo y lechoso... el gringo, el chorro de agua a precio, el aire de importación, esas hembras, el mozo, esos señores...

Mis alas
... Hace un buen rato ya que doy trabajo y vengo acostumbrándome al desuso de mi alma, a la razón del enemigo, a mis sesenta cigarrillos diarios, a las malas costumbres de mis canciones, que de algún modo siempre fueron nuestras, vos lo sabés, Guitarra Negra... Hoy reanudo en un cómico enderezo la hora de ayer parada en su nostalgia… Me hacen sufrir las alas que me puse para volar, mas grito y se alzan, gimo y me acompañan, río y baten de a dos, como que están amándose y se odian sin embargo mis dos alas... se odian, se enderezan, se hacen amigas mías para llevarme por todas partes: allá está la canción, aquí la nada... más allá el Pueblo y más acá el Amor... Pero el Pueblo está también más acá... y antes estaba allá también, detrás del Pueblo el Pueblo... Hemos viajado por todos mis caprichos y el Pueblo osando (sic) el piso, amándose con alas como las mías... odiando su destino, odiándome y amándome sin alas, con millones de pies, con manos y cabezas y lenguas... y sus mil bocas dicen: "ahora, la suerte ya está echada..."

La mariposa
La mariposa viene hacia mí en la calle, en el aire húmedo, por el aire húmedo bailando, por el aire agobiante, ominoso, bailando en el aire caliente... y yo vi que no era a mí a quien buscaba sino a la muerte... y que no buscaba la muerte también vi, porque no era mariposa de la ciudad de hierro, ni nacida para eso... sino que era mariposa nada más, en la ciudad, presa y ya muerta de antemano, fatalmente... buscando en ese bailar loco y frágil un ala, un grano, una pizca de polen en el cemento... Porque la mariposa nace y no aprende nada hasta que muere en cualquier sitio, herida de muerte por su semana justa, por su tiempo preciso, por su sorbito de vida ya bebida... Eso no es tan triste... triste es ver su cadena de huevos en el hollín, depositados junto a un río de aceite, a la sombra de las altas paredes de cemento... Su cadena de huevos de seda...

Hago falta
Hago falta... yo siento que la vida se agita nerviosa si no comparezco, si no estoy... Siento que hay un sitio para mí en la fila, que se ve ese vacío, que hay una respiración que falta, que defraudo una espera... Siento la tristeza o la ira inexpresada del compañero, el amor del que me aguarda lastimado... falta mi cara en la gráfica del Pueblo, mi voz en la consigna, en el canto, en la pasión de andar, mis piernas en la marcha, mis zapatos hollando el polvo... los ojos míos en la contemplación del mañana... mis manos en la bandera, en el martillo, en la guitarra, mi lengua en el idioma de todos, el gesto de mi cara en la honda preocupación de mis hermanos.

Exhortación y propósitos
Cómo haré para tomarte en mis adentros, guitarra, guitarra negra... Dice Enrique, mi hermano, que hay cierto perro hundido que se lame mansamente y nos lame, lamiéndose, una herida quieta allá al fondo, sentado en su escalón... Y dice más mi hermano el otro Enrique, en Praga: dice que amarte con certeza, hacerte enteramente hembra, darte lo que de vida tengan mis urgencias, será amar más y más a Jaime; amarlo, más de veras... por su alma, su propio perro mordedor bajo el garrote, el cable, el puñetazo, la bolsa de arpillera, el plantón y el insulto... la olvidada mejilla que no ponen ni él ni nadie a golpear... sino con hambre y Rita y José Luis, por Gerardo y Raúl y Rosa y Sara y Mauricio... y por todos nuestros muertos... Y he sabido, guitarra, que este otro perro que criaste, ladrador, campesino, a veces manso o vigilante, que roe su propio hueso en la penumbra y gruñe... cual casi todo perro popular, vagará por tus anchas veredas, tus milongas sangrantes... hasta morir también... tal vez un día... de soledad y rabia... de ternura... o de algún violento amor; de amor... sin duda.

(Los títulos de cada texto, así como el género al que pertenece la obra, son los de la edición de 1985. En la primera edición [1977] las partes que la componen son presentadas por su autor como "contracanciones", género particular creado por él mismo para definirlas, ante su imprecisa ubicación conceptual, musical y literaria. En esa edición los textos, cuyos fragmentos no llevan título alguno, se encuentran agrupados en 3 partes: La I incluye desde Introducción a Uruguay for export, la II es Flor show, y la III las cuatro restantes. Asimismo, la puntuación empleada es la que aparece en la misma edición de 1977, habiéndose salvado los errores evidentes, tanto ortográficos como de fidelidad del texto).
(1972-1977)


jueves, 27 de diciembre de 2012

Ⓐ Corale Durruti - Juventud Ⓐ


Esta canción se grabo durante la guerra civil española (1936-1939) por Corale Durruti pero representa fielmente a las actuales juventudes anarquistas del mundo entero en estos tiempos de lucha y reflexión. Aquí les dejo la letra:

Juventud de lucha proletaria,
ilusión del porvernir,
bella esperanza libertaria
que alumbra nuestro vivir;
es nuestro lema la Anarquía,
es nuestro escudo la verdad,
damos el pecho si es preciso hasta morir,
morir por la libertad.

Anarquista fiel y generoso,
esforzado luchador
a quien ni el tiempo ni el martirio
el entusiasmo apagó,
las Juventudes te recuerdan
y de tu vida aprenderán.
¡Viva por siempre la Anarquía, que es el Sol,
sol de justicia social!

sábado, 1 de septiembre de 2012

"Hombre que mira al cielo" de Mario Benedetti.


Mientras pasa la estrella fugaz acopio en este deseo instantáneo montones de deseos hondos y prioritarios. Por ejemplo, que el dolor me apague la rabia, que la alegría no desarme mi amor, que los asesinos del pueblo se traguen sus molares, caninos e incisivos y se muerdan juiciosamente el hígado. Que los barrotes de las celdas se vuelvan de azúcar o se curven de piedad y mis hermanxs puedan hacer de nuevo el amor y la revolución." (...)

jueves, 28 de junio de 2012

Martí

Paseaban el padre y el hijo por las calles floridas de La Habana, cuando se cruzaron con un señor flaquito, calvo, que caminaba como si estuviera llegando tarde.

Y el padre advirtió al hijo:
—Ojo con ése. Es blanco por fuera, pero por dentro es negro.
El hijo, Fernando Ortiz, tenía catorce años.

Tiempo después, Fernando iba a ser el hombre que supo rescatar, contra siglos de negación racista, las ocultas raíces negras de la cubanía.

Y aquel peligroso señor, el flaquito, el calvo, el que caminaba como si estuviera llegando tarde, se llamaba José Martí. Era hijo de españoles el más cubano de los cubanos, el que denunció:

—Éramos una máscara, con los calzones de Inglaterra, el chaleco parisiense, el chaquetón de Norteamérica y la montera de España.

Y repudió la falsa erudición llamada Civilización, y exigió:

—Basta de togas y de charreteras.

y comprobó:

—Toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz.

Poco después de aquel cruce en La Habana, Martí se echó al monte. Y estaba peleando por Cuba cuando, en plena batalla, una bala española lo volteó del caballo.

Espejos: una historia casi universal

http://eduardogaleano.org/2012/01/28/marti/

sábado, 18 de febrero de 2012

La balada de Sante Caserio/ Canto a Caserio


La balada de Sante Caserio/ Canto a Caserio

Trabajadores os dirijo el canto
de esta canción mía que sabe del llanto
y que recuerda a un audaz joven fuerte
que por amor a vosotros desafió a la muerte.
En ti Caserio arde en la pupila
la chispa de las venganzas humanas
y a la plebe que trabaja y gime
les diste a todos tu afecto, a todos tu esperanza.

Estabas en el esplendor de la vida
y no viste que lucha infinita
la noche de los dolores y del hambre
que se avecina sobre la inmensa masa humana.
Y te levantaste en acto de dolor
de desconocidos lamentos fiero vengador
y tú golpeaste que eres tan bueno y gentil
a incitar a las almas esclavas y a los caídos.

Temblaron los poderosos ante el acto feroz
y nuevas trampas tendieron al pensamiento
pero el pueblo al que el alma diste
no te comprende, pero no te doblegaste.
Y tus veinte años, una fiera mañana
arrojaste al viento de la guillotina
y al mundo vil tu gran alma piadosa
alto gritando: ¡Viva la anarquía!

Duerme, Caserio, bajo la fría tierra
donde rugir oirás la guerra final...


Pietro Gori.

martes, 6 de septiembre de 2011

La flor más grande del mundo- Saramago y Emilio Aragón


Las historias para niños deben escribirse con palabras muy sencillas, porque los niños, al ser pequeños, saben pocas palabras y no las quieren muy complicadas. Me gustaría saber escribir esas historias, pero nunca he sido capaz de aprender, y eso me da mucha pena. Porque, además de saber elegir las palabras, es necesario tener habilidad para contar de una manera muy clara y muy explicada, y una paciencia muy grande. A mí me falta por lo menos la paciencia, por lo que pido perdón.

Si yo tuviera esas cualidades, podría contar con todo detalle una historia preciosa que un día me inventé, y que, así como vais a leerla, no es más que un resumen que se dice en dos palabras… Se me tendrá que perdonar la vanidad de haber pensado que mi historia era la más bonita de todas las que se han escrito desde los tiempos de los cuentos de hadas y princesas encantadas…
¡Hace ya tanto tiempo de eso!

En el cuento que quise escribir, pero que no escribí, hay una aldea. (Ahora comienzan a aparecer algunas palabras difíciles, pero quien no las sepa, que consulte en un diccionario o que le pregunte al profesor.)

Que no se preocupen los que no conciben historias fuera de las ciudades, ni siquiera las infantiles: a mi niño héroe sus aventuras le esperan fuera del tranquilo lugar donde viven los padres, supongo que también una hermana, tal vez algún abuelo, y una parentela confusa de la que no hay noticia.

Nada más empezar la primera página, sale el niño por el fondo del huerto y, de árbol en árbol, como un jilguero, baja hasta el río y luego sigue su curso, entretenido en aquel perezoso juego que el tiempo alto, ancho y profundo de la infancia a todos nos ha permitido…

Hasta que de pronto llegó al límite del campo que se atrevía a recorrer solo. Desde allí en adelante comenzaba el planeta Marte, efecto literario del que el niño no tiene responsabilidad, pero que la libertad del autor considera conveniente para redondear la frase. Desde allí en adelante, para nuestro niño, hay sólo una pregunta sin literatura: “¿Voy o no voy?” Y fue.

El río se desviaba mucho, se apartaba, y del río ya estaba un poco harto porque desde que nació siempre lo estaba viendo. Decidió entonces cortar campo a través, entre extensos olivares, unas veces caminando junto a misteriosos setos vivos cubiertos de campanillas blancas, y otras adentrándose en bosques de altos frenos donde había claros tranquilos sin rastro de personas o animales, y alrededor un silencio que zumbaba, y también un calor vegetal, un olor de tallo fresco sangrado como una vena blanca y verde.

¡Oh, qué feliz iba el niño! Anduvo, anduvo, hasta que los árboles empezaron a escasear y era ya un erial, una tierra de rastrojos bajos y secos, y en medio una inhóspita colina redonda como una taza boca abajo.

Se tomó el niño el trabajo de subir la ladera, y cuando llegó a la cima, ¿qué vio? Ni la suerte ni la muerte, ni las tablas del destino… Era sólo una flor. Pero tan decaída, tan marchita, que el niño se le acercó, pese al cansancio.
Y como este niño es especial, como es un niño de cuento, pensó que tenía que salvar la flor. Pero ¿qué hacemos con el agua? Allí, en lo alto, ni una gota. Abajo, sólo en el río, y ¡estaba tan lejos!…
No importa.
Baja el niño la montaña,
Atraviesa el mundo todo,
Llega al gran río Nilo,
En el hueco de las manos recoge
Cuanta agua le cabía.

Vuelve a atravesar el mundo
Por la pendiente se arrastra,
Tres gotas que llegaron,
Se las bebió la flor sedienta.

Veinte veces de aquí allí,
Cien mil viajes a la Luna,
La sangre en los pies descalzos,
Pero la flor erguida
Ya daba perfume al aire,
Y como si fuese un roble
Ponía sombra en el suelo.

El niño se durmió debajo de la flor. Pasaron horas, y los padres, como suele suceder en estos casos, comenzaron a sentirse muy angustiados. Salió toda la familia y los vecinos a la búsqueda del niño perdido. Y no lo encontraron.

Lo recorrieron todo, desatados en lágrimas, y era casi la puesta de sol cuando levantaron los ojos y vieron a lo lejos una flor enorme que nadie recordaba que estuviera allí.

Fueron todos corriendo, subieron la colina y se encontraron con el niño que dormía. Sobre él, resguardándolo del fresco de la tarde, se extendía un gran pétalo perfumado, con todos los colores del arco iris.

A este niño lo llevaron a casa, rodeado de todo el respeto, como obra de milagro. Cuando luego pasaba por las calles, las personas decían que había salido de casa para hacer una cosa que era mucho mayor que su tamaño y que todos los tamaños.
Y ésa es la moraleja de la historia.

Éste era el cuento que yo quería contar. Me da mucha pena no saber narrar historias para niños. Pero por lo menos ya conocéis cómo sería la historia, y podréis explicarla de otra manera, con palabras más sencillas que las mías, y tal vez más adelante acabéis sabiendo escribir historias para los niños…
¿Quién me dice que un día no leeré otra vez esta historia, escrita por ti que me lees, pero mucho más bonita?…

JOSÉ SARAMAGO

¿Y si las historias para niños fueran de lectura obligatoria para los adultos? ¿Seríamos realmente capaces de aprender lo que, desde hace tanto tiempo, venimos enseñando?

jueves, 1 de septiembre de 2011

España en el Corazón.

Pablo Neruda.

Preguntaréis:
¿Y dónde están las lilas?
¿Y la metafísica cubierta de amapolas?
¿Y la lluvia que a menudo golpeaba sus palabras llenándolas de agujeros y pájaros?

Os voy a contar todo lo que me pasa.
Yo vivía en un barrio de Madrid, con campanas, con relojes, con árboles.
Desde allí se veía el rostro seco de Castilla como un océano de cuero.

Mi casa era llamada la casa de las flores,
porque por todas partes estallaban geranios:
era una bella casa con perros y chiquillos.

Raúl, te acuerdas?

Te acuerdas, Rafael?

Federico, ¿te acuerdas debajo de la tierra,
te acuerdas de mi casa con balcones en donde la luz de junio ahogaba flores en tu boca?

¡Hermano, hermano!
Todo eran grandes voces, sal de mercaderías,
aglomeraciones de pan palpitante,
mercados de mi barrio de Argüelles
con su estatua como un tintero pálido entre las merluzas:
el aceite llegaba a las cucharas,
un profundo latido de pies y manos llenaba las calles,
metros, litros, esencia aguda de la vida,
pescados hacinados,
contextura de techos con sol frío en el cual la flecha se fatiga,
delirante marfil fino de las patatas,
tomates repetidos hasta el mar. .

Y una mañana todo estaba ardiendo,
y una mañana las hogueras salían de la tierra devorando seres,
y desde entonces fuego,
pólvora desde entonces,
y desde entonces sangre.

Bandidos con aviones y con moros,
bandidos con sortijas y duquesas,
bandidos con frailes negros bendiciendo,
venían por el cielo a matar niños,
y por las calles la sangre de los niños corría simplemente,
como sangre de niños.

Chacales que el chacal rechazaria,
piedras que el cardo seco
mordería escupiendo,
víboras que las víboras odiaran! .

¡Frente a vosotros
he visto la sangre de España levantarse para ahogaros
en una sola ola de orgullo y de cuchillos!

Generales traidores:
mirad mi casa muerta,
mirad España rota:
pero de cada casa muerta sale metal ardiendo en vez de flores,
pero de cada hueco de España sale España,
pero de cada niño muerto
sale un fusil con ojos,
pero de cada crimen nacen balas
que os hallaran un día el sitio en el corazón.

Preguntaréis por qué su poesía no nos habla del sueño,
de las hojas, de los grandes volcanes de su país natal?

¡¡Venid a ver la sangre por las calles,
venid a ver la sangre por las calles,
venid a ver la sangre por las calles!!

lunes, 2 de mayo de 2011

Ella solía susurrar palabras en mi oído por la mañana... (Continuación)


No hubo tiempo de despedirme de él y de su suave gemir al dormir. Saciar mi sed sexual no me detuvo al alejármele entre la oscuridad como una cobarde. Tanto tiempo estuve a su lado y nunca le pregunté qué diablos me vio, tal vez, en realidad, nunca me interesó del todo. Soy una de esas chicas que sigue, sin chistar ni un segundo, esas vocecitas fantasmales que crea la conciencia libertaria. No, no estoy loca…
Los hombres a nosotras no nos gobiernan, ni mucho menos sus instituciones, ya que estas representan lo peor de ellos.

“-Los y las anarquistas son como piedras cayendo por un desfiladero. Nada los detendrá hasta cumplir gozosos su cometido- Yo le repetía esta frase mientras él limpiaba sus zapatos groseramente brillosos alistándose para ir a la oficina. Sentía una fascinación por hacerle saber que era un esclavo del sistema y que yo humildemente lo rescataría con facilidad.
Él nunca supo mucho de lo libertario. No lo lograba entender a bien. Los compañeros en las reuniones se reían de él, porque no sabía que representaba de manera excelente ese maniquí-instrumento de la “bestia”; a ellos les irritaba escucharle que los patrones nos hacían un favor al ocuparnos en sus fábricas y oficinas. Aún así me acompañaba, supongo que para no darme motivos para abandonarlo.

Creo que nunca lo entendí como nosotros. Él solía caminar sin notar los gritos y gemidos de las calles. Para nada los hombres pasados le interesaban. Vivía al día y, así, murió mi cariño hacia él. Asombrosamente no escuchaba tampoco el aleteo de las mariposas, ni podía ver el verdadero color de las orquídeas del balcón del apartamento y apreciar la hermosa manera de como estas se descolgaban por el barandal y se desprendían poco a poco para crear una alfombra violeta en la entrada del edifico. Cantábamos juntos las “Tormentas Negras” y se quedaba dormido cuando le contaba la historia de aquel pueblo libertario ibérico del 36 y su ejemplar hijo libre llamado Buenaventura Durruti. ¿Acaso él tenía que hacerlo?...

Yo aprendí del rojinegro y del dolor de portarlo como blasón. Saqué fuerzas de flaqueza en el sol capitalino y golpeé a aquel que buscara someter mi auténtica libertad de libertaria. Mi corazón estaba en la letra y no en los hombres. Respiraba para ella, caminaba lentamente la utopía, ya que no la quería devorar para que ella no lo hiciera conmigo, más cruentamente, antes. -Nosotros los y las anarquistas vivimos de eso. Empujamos la gran piedra para que caiga más rápido-

Nosotros las y los anarquistas hemos estado entre ustedes desde hace mucho tiempo. En lo antiguo matamos emperadores a pedradas. Desaparecimos religiones y resistimos a las que buscaron dominarnos. Defendimos hasta la muerte esa majestuosa biblioteca, hasta que lograron su desgraciado cometido. Aprendimos a vagar por Asia evadiendo la barbarie dinástica, por Europa combatiendo a la cristiandad y después gracias a los libros científicos, llegamos a la dolida América indígena y sembramos esa semilla libertaria de sur a norte y, para eso, tuvimos que hacer tabla rasa de muchas cosas. Los enemigos del librepensamiento buscaron absurdamente matarnos uno a uno, pero nacimos por miles de cada uno de los compañeros quemados, desmembrados, empalados, fusilados y desaparecidos en el mar. Defendimos sin cesar desde antaño a los judíos, a los gitanos, a los indígenas, a los científicos humillados, a los artistas reprimidos, los homosexuales vejados, a los desamparados aquí, allá, en todos lados…

He tratado de olvidar aquellos días de crisis. Nunca desee tanto estar muerta en vida. Ellos corrían por las calles perseguidos por los disparos que penetraban en sus cuerpos como si fueran de mantequilla. La sangre chorreaba las grandes avenidas del centro. Los bancos y centros comerciales cerraban sus puertas dejándolos a su miserable suerte. Estaba tan desesperada que los busqué en esos rincones que la luz nunca ha percibido. Me dieron pistas y las caminé para estar con ellos siempre. Aquel día dejé todo listo en el departamento, y no me atreví a decirle ni siquiera adiós compañero, tal vez regrese…