lunes, 19 de enero de 2009

El Adios Eterno que repica sin cesar...

30 de marzo del 2007.


En ti pensaba yo, y en tus cabellos
que el mundo de las sombras envidiaría
y puse un punto de mi vida en ellos
y quise yo soñar que tú eras mía…
José Martí.


Escucho las voces al fondo, todas ellas frívolamente precisas y ordenadas, toco mi corazón y lo siento palpitar rápidamente por la caminata hacia la escuela, miradas extrañas me rodean ¿qué dirán? ¿Qué pensarán sobre mí? Esto me abruma. Al santiamén tomo un cigarrillo, lo enciendo y doy una larga y rabiosa bocanada que me marea al instante; sigo caminando y, como si saliera del lugar más pacifico y solitario del mundo, la veo pasar frente a mí, me mira sin atención y continúa su camino.


Ya no importa nada, ni buscar el fantasma, ni la verdad. Lo relatividad me ha absorbido, cada gramo mío quedó reducido por ella a polvo que se esfuma al paso aprisa de la gente que no piensa, que no siente. El polvo viaja con el aire y me riega por cada rincón, por cada lugar dejando mi presencia en una ciudad que me transformó del simple polvo a ser parte de ella.


Decido sentarme en medio del bullicio de la gente y pienso: cuatro años lo mismo, cuatro años flotando alrededor de su belleza, alrededor de sus ojos claros que nunca me miraron con atención. “Adiós”, le digo dentro de mi; es la vez millón y medio que esta palabra sale de mi cabeza pero sin salir de mi boca. Seguramente la traeré el resto de mi vida como a las otras, todas iguales: Con ojos infinitamente claros. Adiós, adiós, adiós, recuerdo que esto le dije a todas las que me intimidaron al pasar frente a mi, seguras de lo que eran, seguras de todos los que las desean. Fui uno más, uno más, uno más que se pierde en la dulce brisa de una mañana como una hoja que nadie atiende…

¿A dónde iré a parar en esta frenética carrera contra la ignorancia?

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