sábado, 17 de mayo de 2014

Ella se fue y el árbol no se movió.



De pie, bajo ese tremendo sol y con un cigarrillo entre sus dedos, ella lo miraba fijamente. Él, sentado, miraba hacia un árbol mientras repasaba lo que se había propuesto decirle desde un día antes.

Todo era tan rápido y se requerían palabras tan precisas que no pudo. Ella lo abrumaba tanto como un día
de caminata cuesta arriba. Después, él miraba cómo ella sostenía el cigarrillo con sus dedos y la forma en como se prestaba a encender uno nuevo incluso antes de consumir en su totalidad el anterior. 

Él pensaba y pensaba y no podía decir nada. Ella lo miraba y lo miraba y se convencía de que no tenía sentido estar allí, de pie ante él. De pronto, ella apagó su cigarrillo y se perdió entre la gente. Él sólo notó que el árbol seguía allí.

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