miércoles, 24 de diciembre de 2008

Ayer fue un día sumamente hermoso.

20 de noviembre del 2008.

Hoy la tierra y los cielos me sonríen;
Hoy llega al fondo de mi alma el sol;
Hoy la he visto… la he visto y me ha mirado
¡Hoy creo en Dios!
Gustavo Adolfo Becquer.


Ayer fue un día hermoso, y no porque por fin la volví a ver después de más de cuatro largos y tormentosos meses. Durante este tiempo se transformó en un fantasma que regresaba constantemente a mi ser con cada cosa que me la recordara. Fue hermoso pero no porque redescubrí sus ojos claros que me miraron solo una par de veces en el saludo y la despedida exigida por el rigor social. Mire de nuevo su caminar balanceándose de un lado a otro y su cabeza inclinada un poco a la izquierda. Fue un día hermoso pese a que jamás me dirigió allí, una palabra, pero escuché su linda y tierna voz al dedicarle sus sagradas palabras a otro imbécil. Nunca más a mí.

Me detuve por un momento y juro que sentí su olor cuando pasó cerca de mí y lo dirigí a cada célula de mi cuerpo para menguar el dolor de su presencia allí y su recuerdo, estando lejos.

Hoy desperté con su cara en mi cabeza y su cuerpo en mi deseo. &%(#" se llama y dolor me otorgó. Ayer fue un día hermoso pero no porque sé que sigue viva y porque sé que es tan humana que algún día pudo haberse enamorado de mi. Fue hermoso pero no porque estoy casi seguro que se sentía nerviosa conmigo ahí, que sentía el deseo de hablar conmigo para saber cómo he estado, qué he hecho e insinuarme la pregunta: ¿no me has escrito nada nuevo Adolfo?

Al final de cuentas, me hice el desentendido en medio de todos, para trabajar su recuerdo meses atrás, esos meses donde me, mágicamente, abrazó, donde me vio con cariño con sus únicos ojos bicolor. Donde sentí sus dulces y finos pechos al rosar mil veces mis brazos al juguetear. Donde sentí su dulce aliento acariciar mi cara y calmar mi furor.

¡Qué tarde es para enmendar mis errores para con ella! ¡Qué tarde es para abrazarla y besarla aunque fuera la primera y última vez!

A final de cuentas, ayer fue un día hermoso pero sólo, y sólo, porque al regresar a casa tuve la fortuna de lograr ver a dos enormes y míticas estrellas que saludaban, por fin, mi regreso a casa para arroparme y cobijarme a media noche entre los viejos cantos de Violeta y Víctor. Gracias vida, por días como estos.

No hay comentarios: